Sr. Roberto Carlos.
Me costó mucho comenzar esta carta porque no sabía si decirle estimado
o no. La realidad es que no lo estimo. No sigo su música, no conozco mucho su
trabajo, pero me veo en la obligación de redactar estas líneas porque lo que
tengo para decirle, no sé si alguien se lo dijo alguna vez: Usted no puede
tener un millón de amigos Maestro. No se ponga mal, piénselo un poco y si está
leyendo esta carta de parado, le pido que se siente. Reflexionemos juntos.
Antes de continuar, Roberto Carlos me da muy largo ¿puedo llamarlo
Robert? No creo que le moleste si pretende tener un millón de amigos, si se
ofendiera por cualquier boludez, jamás podría llegar siquiera a los primeros
mil. Por lo tanto, asumo que sí.
Robert, yo sé que usted es un artista exitoso, que debe tener muy
buenos ingresos económicos pero, ¿usted calculó lo que le costaría el catering para
alimentar un millón de amigos en su cumpleaños? ¿Dónde lo festejaría? Hace un
par de días el Indio Solari llevó ciento veinte mil personas a Mendoza y fue un
despelote. ¿Usted donde piensa meter un millón de amigos más los parientes? ¿En
Disney? ¿Imaginó alguna vez el trencito del carnaval carioca formado por un
millón de personas? Supongamos que del codo a la mano que agarra la cintura de
adelante haya veinte centímetros. En un millón de amigos estaríamos hablando de
un trencito de doscientos kilómetros. Por más que lo enrosque todo lo que
quiera, no existe espacio físico que se lo permita (ni hablar que necesitaría
además el disco entero de Xuxa para lograr que todos se acomoden).
Robert, ¿usted tiene Facebook? Estuve investigando un poco y vi que la
red social por excelencia permite agregar como mucho, diez mil amigos. ¿Me
explica que excusa le mete a los novecientos noventa mil restantes? ¿Cómo
selecciona solo diez mil? ¿Cuántos perfiles tiene? Si en algún momento de la
vida decide crearse un usuario, le recomiendo bloquear las notificaciones del
celular. Con diez mil amigos sería un sonajero constante. Con un millón, sería
un disco de salsa ininterrumpido sonando veinticuatro horas.
Robert, permítame una última apreciación sobre el tema y no le robo
más tiempo (más que seguro estoy usando el tiempo asignado a uno de sus tantos
amigos). Si usted tuviese un millón de amigos, tendría que verse con dos mil
setecientos treinta y nueve de ellos por día. Supongamos que usted es un tipo
que duerme poco, unas cuatro horas diarias, debería verse con ciento treinta y
seis de ellos por hora. ¡¡No existe actividad deportiva que le permita
compartir una hora con ciento treinta y seis amigos!! Las rondas de mate serían
interminables, no alcanzarían nunca las facturas.
Robert a ver si me entiende, tendría que dedicarle en exclusiva
a cada uno de ellos apenas dos minutos veintiséis segundos al año. ¿Qué
amistad sobrevive hablando solo dos minutos veintiséis segundos al año?
Yo le aconsejaría que aspire a disminuir la cantidad y mejorar la
calidad. No, yo no quiero ser su amigo. Soy apenas un humilde servidor que
viene a abrirle los ojos. Porque si usted tiene un millón de amigos y ninguno
de ellos le hizo esta observación, permítame un atrevimiento: Sus amigos son
unos pelotudos.
Abrazo grande Robert.
Saludos.
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