miércoles, 18 de septiembre de 2013

Carta a Roberto Carlos

Sr. Roberto Carlos.
Me costó mucho comenzar esta carta porque no sabía si decirle estimado o no. La realidad es que no lo estimo. No sigo su música, no conozco mucho su trabajo, pero me veo en la obligación de redactar estas líneas porque lo que tengo para decirle, no sé si alguien se lo dijo alguna vez: Usted no puede tener un millón de amigos Maestro. No se ponga mal, piénselo un poco y si está leyendo esta carta de parado, le pido que se siente. Reflexionemos juntos.

Antes de continuar, Roberto Carlos me da muy largo ¿puedo llamarlo Robert? No creo que le moleste si pretende tener un millón de amigos, si se ofendiera por cualquier boludez, jamás podría llegar siquiera a los primeros mil. Por lo tanto, asumo que sí.
Robert, yo sé que usted es un artista exitoso, que debe tener muy buenos ingresos económicos pero, ¿usted calculó lo que le costaría el catering para alimentar un millón de amigos en su cumpleaños? ¿Dónde lo festejaría? Hace un par de días el Indio Solari llevó ciento veinte mil personas a Mendoza y fue un despelote. ¿Usted donde piensa meter un millón de amigos más los parientes? ¿En Disney? ¿Imaginó alguna vez el trencito del carnaval carioca formado por un millón de personas? Supongamos que del codo a la mano que agarra la cintura de adelante haya veinte centímetros. En un millón de amigos estaríamos hablando de un trencito de doscientos kilómetros. Por más que lo enrosque todo lo que quiera, no existe espacio físico que se lo permita (ni hablar que necesitaría además el disco entero de Xuxa para lograr que todos se acomoden).
Robert, ¿usted tiene Facebook? Estuve investigando un poco y vi que la red social por excelencia permite agregar como mucho, diez mil amigos. ¿Me explica que excusa le mete a los novecientos noventa mil restantes? ¿Cómo selecciona solo diez mil? ¿Cuántos perfiles tiene? Si en algún momento de la vida decide crearse un usuario, le recomiendo bloquear las notificaciones del celular. Con diez mil amigos sería un sonajero constante. Con un millón, sería un disco de salsa ininterrumpido sonando veinticuatro horas.
Robert, permítame una última apreciación sobre el tema y no le robo más tiempo (más que seguro estoy usando el tiempo asignado a uno de sus tantos amigos). Si usted tuviese un millón de amigos, tendría que verse con dos mil setecientos treinta y nueve de ellos por día. Supongamos que usted es un tipo que duerme poco, unas cuatro horas diarias, debería verse con ciento treinta y seis de ellos por hora. ¡¡No existe actividad deportiva que le permita compartir una hora con ciento treinta y seis amigos!! Las rondas de mate serían interminables, no alcanzarían nunca las facturas.
Robert a ver si me entiende, tendría que dedicarle en exclusiva a cada uno de ellos apenas dos minutos veintiséis segundos al año. ¿Qué amistad sobrevive hablando solo dos minutos veintiséis segundos al año?
Yo le aconsejaría que aspire a disminuir la cantidad y mejorar la calidad. No, yo no quiero ser su amigo. Soy apenas un humilde servidor que viene a abrirle los ojos. Porque si usted tiene un millón de amigos y ninguno de ellos le hizo esta observación, permítame un atrevimiento: Sus amigos son unos pelotudos.

Abrazo grande Robert.

Saludos.

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