lunes, 23 de septiembre de 2013

Pino, el peluquero.

Hay tres cosas que el hombre no puede cambiar durante toda su vida:
1) La familia.
2) El equipo del que es hincha.
3) Su peluquero.
Cualquier otra cosa puede ser reemplazable. Siempre.


A Pino lo conozco desde antes que se inventaran los “Remises”. Jamás me animé a preguntarle si realmente se llama así o es su nombre profesional. Es más, hace ocho años que vivo en Capital y así y todo una vez por mes me subo al 165 y viajo cuarenta y cinco minutos para cortarme el pelo con él.
No sabría explicar bien el por qué de esta fidelidad, pero sé que no soy el único. Calculo que tiene que ver con dos cosas fundamentales.

Por un lado, el hecho de disfrutar definir el futuro de mi pelo con la simplicidad de tres palabras: “Cortalo como siempre”. Ya conoces donde están mis remolinos, ya probamos allá lejos en el tiempo alguna variante que no quedó bien, con lo cual, no hay mucho más que hablar. No perdamos más tiempo, aceitá las tijeras, poné el cubre pelo, rocía el marote con agua vendita y desarrollá tu arte. Yo no me muevo más que para relojear en la veinte pulgadas (que jamás sacaste de esa silla) alguna jugada de peligro en el partido que estén televisando. Nunca se me va a ocurrir corregirte más que el largo de una patilla. Esto es como el resultado de un examen en la facultad. Un dos es un dos. Siempre. No se discute. El corte de pelo es lo mismo. Vos sos el profesional, yo soy el que pone el bocho y nada más.

Y la segunda, tan importante como la primera, es que nos conocemos. Sabés donde vivo, donde laburo, que estudio, que soy del Rojo, que probablemente después vaya a visitar a mis viejos, entre otras cosas. Nunca vamos a tener una conversación trivial de esas que podés tener con cualquier desconocido. La conversación es personalizada. El peluquero de barrio sabe qué le interesa a cada uno de los que se cortan con él.

Por eso no concibo cómo las mujeres pueden cambiar todos los meses de peluquería o ir a esas grandes empresas estilistas que tienen tres o cuatro peluqueros donde un mes te atiende uno, al mes siguiente otro. Vos podés dejar al azar el mozo que te atiende en un restaurante, el cajero que te puede atender en un banco, pero nunca a quien te va a cortar el pelo. ¿Qué conoce de vos? ¿Cuántas veces lo viste? ¿Sabés donde vive? ¿De qué te puede hablar si no sabe qué cosas te interesan? ¿Cuánta confianza tenés con el que agarró las tijeras? Y lo más importante de todo ¿el sabe si ese color de tintura te agarra o te decolora en algo horrible?

Tampoco entiendo que tengan que sacar turno para que las atiendan. Turno se saca para ir al médico. El peluquero de barrio te atiende domingos, feriados, sábados a las cuatro de la mañana y jamás te va a dejar de garpe. A menos que se vuelva empresario y transforme su peluquería en una empresa estilista. Y ahí deje de atender los domingos. Y ahí te deje de atender él. Y ahí te empiece a atender uno de los cuatro peluqueros que él contrate. Y ahí dejen de saber donde están mis remolinos. Y ahí dejaré de ir yo. Y ahí busque otro peluquero de barrio al que tenga que contarle de qué cuadro soy.

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